¿Qué tienen en común un Ipod, una lavadora, un smartphone o un coche? Una duración cada vez más corta, debido a la obsolescencia programada. Pero ¿cuáles son las causas y consecuencias de esta realidad de la sociedad de consumo?

El actual sistema lineal de nuestra economía -con la extracción, fabricación, utilización y eliminación de los productos-, no es compatible con el desarrollo sostenible y ha de dar paso a la economía circular. La economía circular que se perfila como una de las siete iniciativas de la estrategia Europa 2020: «Una Europa que utilice eficazmente los recursos» y que entronca con la consigna ecologista “Reducir, reutilizar, reciclar” (1), es un concepto relativamente nuevo.

En 2002, el químico Michael Braungart y el arquitecto William McDonough acuñaron el término “Cradle to Cradle” en su libro “De la cuna a la cuna. Rediseñando la forma en que hacemos las cosa “. En él, hablaban de un nuevo enfoque, la eco-concepción, que es aquella que utiliza las tecnologías actuales desde el mismo diseño de los procesos y los productos para que el consumo sea beneficioso para el planeta, como sucede en los ecosistemas naturales. En este contexto, la eficiencia energética se configura como piedra angular para promover la sostenibilidad económica, política y ambiental, otorgando un mayor peso a las energías renovables. Varios países europeos están promoviendo activamente medidas de economía circular, entre ellos Francia.

La Asamblea Nacional Francesa aprobó el pasado 14 de octubre 2014 la Ley de transición energética que busca un crecimiento verde a través de 65 medidas entre las que incluye la lucha contra el despilfarro, la reducción de residuos en origen, el desarrollo de la economía circular, y la obsolescencia programada La obsolescencia programada consiste en la reducción de la vida útil de los bienes de consumo masivos en aras de incrementar su consumo, y será sancionada como fraude al consumo en la nueva legislación francesa, con una pena de hasta dos años de prisión y multa de 300.000 euros.

Esta táctica a gran escala nació en los años 20 del siglo pasado, de la mano del cartel Phoebus, según el Centro Europeo del Consumo. Por aquel entonces, la duración media de las bombillas incandescentes era de alrededor de 2500 horas.

Los fabricantes, que formaban un pequeño oligopolio, tenían por argumento de venta la larga duración de sus productos, hasta que percibieron que este hecho iba en detrimento de sus beneficios ya que la población renovaba con menor frecuencia sus compras. Así, el 23 de diciembre de 1924, los principales fabricantes de bombillas en Europa se unieron en el cártel mecionado, con dos propósitos: la reducción de la vida útil de las bombillas y prevenir la entrada en el mercado de nuevos competidores. Nacía la obsolescencia programada, esto es, la posibilidad de fijar la duración de la vida de un producto.

Existen varios tipos de obsolescencia programada. Pongamos como ejemplo ilustrativo un móvil. Actualmente, el periodo de renovación medio de un móvil es de 20 meses y es que en este pequeño aparato ya casi inevitable confluyen distintos tipos de obsolescencia:

    • Por ejemplo, es suficiente con que la batería o tal vez el cargador falle para que el teléfono se convierta en prácticamente inutilizable para el consumidor. Es la llamada obsolescencia indirecta, una constante de los productos tecnológicos.
    • Los teléfonos inteligentes también se ven afectados por la obsolescencia funcional por defecto: un componente falla y todo el dispositivo deja de funcionar.
    • La obsolescencia por incompatibilidad también es muy habitual. En la actualidad es posible descargar aplicaciones en los teléfonos inteligentes, pero estas aplicaciones siempre requieren más memoria para operar.
    • Los smartphones son también un buen ejemplo de la obsolescencia estética y algunos consumidores no dudan en gastar sumas considerables para adquirir el teléfono de “última generación”.
    • Por otra parte, la obsolescencia por notificación es típica de las impresoras que convierten en obsoletos los cartuchos de tinta, previo aviso.
    • Con la obsolescencia por caducidad se puede reducir artificialmente la vida de un producto, por ejemplo en la industria alimentaria, acortando las fechas de caducidad aunque todavía sea perfectamente consumible sin riesgo alguno para la salud.
    • Y la más reciente de todas es la obsolescencia ecológica, que bajo el argumento “verde” justifica el abandono de los dispositivos y aparatos antiguos, aún en perfecto estado, para promover la compra de nuevos productos que utilizan menos energía, aunque también promueven un aumento significativo de residuos que no pueden ser siempre adecuadamente Esta última categoría está altamente relacionada con el “greenwashing” o lavado de cara empresarial.

Pues bien, ¿cuáles son las principales consecuencias de la obsolescencia programada?

Entre las principales consecuencias de la obsolescencia programada destacan los problemas medioambientales como el agotamiento de los recursos naturales, ya que los aparatos eléctricos o electrónicos se renuevan Es sorprendente observar que la mayoría de los teléfonos móviles pueden contener hasta 12 metales distintos llegando a representar el 25% del peso total de los aparatos.

Además, las estructuras de reciclado actuales no están capacitadas para el reciclaje de esta masa de residuos eléctricos y electrónicos y, en lugar de ello, estos bienes, en el 70% de los casos,son incinerados o enterrados por canales del mercado negro(6) y llegan a países como Ghana que se ha convertido en un vertedero mundial de productos electrónicos (7). Del 30% restante que son objeto de recogida selectiva, sólo el 2% son reutilizados, pese a la Directiva europea sobre el reciclaje de residuos electrónicos (2008/98 / CE) que aboga por la reutilización y el reciclado en el 82% de los casos. No obstante, la tendencia a cinco años vista es que la basura electrónica en el mundo aumentará en un 33%.

La obsolescencia programada también puede promover la explotación de la mano de obra. Una creciente demanda, causada por la reducción voluntaria de la vida de los bienes, requiere reducir los costos de producción con el fin de que comprar una nueva unidad para reemplazar el antiguo aparato sea mejor opción que la reparación. La reducción de costes salariales tiene una incidencia directa en las nuevas “fábricas del mundo” donde se vulneran los derechos humanos .

Por no hablar del desperdicio de alimentos, cuando el hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes del desarrollo. Según la FAO, un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año. Recuperar tan sólo la mitad de los alimentos que se pierden o desperdician podría bastar para nutrir al planeta.

Por último y paradójicamente, en la actualidad, gracias a las nuevas tecnologías, para fabricar un mismo producto se requieren menos materias y energía que en el pasado, lo que implica un descenso de los costes y en la mayoría de los casos, una bajada de los precios. Ello permite a una cada vez mayor parte de la población acceder a esos productos y conduce finalmente a un incremento del consumo de recursos naturales. Es el efecto rebote.

¿Qué se puede hacer para revertir esta tendencia?

El Centro Europeo del Consumo ha marcado algunas recomendaciones ligadas a la información de los productos:

  • Informar sobre la vida útil del producto o dispositivo,
  • La duración de la garantía también debe ampliarse en función de la vida media,
  • La indicación clara sobre la reparación del aparato y la duración de la disponibilidad de los recambios y accesorios,
  • Explicación del impacto ambiental de los productos suministrados por los productores, en términos de: Impacto CO2 emitido, preservación de los recursos naturales y eco-diseño,
  • e incentivos para reciclar la antigua unidad.

Por último, un consumidor concienciado también puede recurrir a redes, foros, aplicaciones y webs dedicados a la asistencia a los usuarios, como www.ifixit.com, una plataforma de ayuda con vídeos explicativos de reparaciones de todo tipo.

Y como anécdota final mencionar que un parque de bomberos estadounidense todavía utiliza sin interrupción una bombilla que data de 1901, antes del establecimiento a escala global de la obsolescencia programada.

Para más información:

(1) Fundación economía circular: http://economiacircular.org/

(2) L’obsolescence programmée, symbole de la société du gaspillage Septembre 2010 Les Amis de la Terre et le CNIID page 06

(3) Comprar, tirar, comprar Fabricados para no durar de la directora Cosima Dannoritzer: http://www.rtve.es/television/documentales/comprar-tirar-comprar/directo/

Autora:
Clarisse Udías, colaboradora de eco-union Med., periodista especializada en RSC, sostenibilidad y content curator de las redes sociales del Observatorio RSC. Artículo publicado también en AGORARSC.

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