Mucha ambición se necesita para implementar el Acuerdo de París, y la salida por parte de Estados Unidos no invita al optimismo. Pero algo se ha logrado en la COP23, celebrada entre el 6 y el 17 de noviembre en Bonn.

La expectativa puede ser mucha, pero al final de cada Cumbre del Clima toca recapitular y ver si el trabajo en la lucha contra las consecuencias del cambio climático se ha hecho bien. Pero llegar a un acuerdo con tantos intereses contrapuestos y en un mundo tan desigual a nivel regional, con la brecha norte-sur tan vigente y escenarios geopolíticos tan complejos, parece milagroso. Durante dos semanas, alrededor de 25.000 personas de unos 200 países se han reunido en Bonn para concretar lo pactado en París. El objetivo era acordar el reglamento necesario hacer frente a un reto que va más allá del medio ambiente, si bien en Alemania lo que se ha realizado es un boceto de este reglamento.

La financiación para compensar a las economías emergentes a las que se les pide una reducción de GEI (los Gases de Efecto Invernadero) es uno de los mayores escollos, y la espantada de la Administración Trump no lo está poniendo fácil. Que un país como Estados Unidos se salga del acuerdo, aunque no sea un día para otro (dicha salida se va a materializar en 2020), dificulta mucho esta inversión. De hecho, ya hay pagos suspendidos: especialmente relevantes son, eran, los 2.000 millones de dólares con los que Washington iba a contribuir en los países pobres.

Las personas expertas dicen que el liderazgo de la lucha contra el calentamiento global es importantísimo. Pero aunque haya voces que digan que es la Unión Europea la que tiene que tirar del carro en este escarpado camino, el gigante chino debería poder ser una gran aliado. Ahora bien, ¿quién se compromete a qué? He ahí la cuestión.

El documento de Bonn

Se ha aprobado un texto en el que se empiezan a concretar las reglas para que el Acuerdo de París firmado en 2015 sea una realidad. Recordemos, mantener en este siglo el aumento de la temperatura por debajo de los 2º C: ese nivel de riesgo que se ha acordado como “aceptable”, como explica Samuel Randalls, investigador de la University College de Londres, en este reportaje.

Frank Bainimarama, presidente de la COP23 y primer ministro de Fiyi -que compartía sede de la cumbre con Bonn-, ha calificado el documento de “paso adelante para avanzar en la puesta en marcha del pacto”, pero que habría que “ir más rápido en su implementación”. Revisar los compromisos de cada país para reducir las emisiones es uno de los grandes temas.

El segundo, establecer la manera en que los países desarrollados contribuirán, con fondos, a la adaptación al cambio climático de los países más pobres. Estos últimos vienen exigiendo, con razón, la “deuda verde” de las naciones que más contribuyeron al calentamiento global desde los albores del capitalismo y a lo largo del siglo XX.

Uno de los logros de la cita alemana ha sido el Diálogo de Talanoa, pensado para que los países rindan cuentas en la próxima cumbre en cuanto al incremento de su bajada de emisiones nacionales para lograr los objetivos parisinos. La próxima cita tendrá lugar en Katowice (COP24), Polonia, en diciembre de 2018.


Autor: @isalocutriz para Ecoemprende, publicado en la web MálagaViva.org

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