Es difícil imaginar un tiempo más esperanzador y aterrador para un negocio sostenible.

Por un lado estamos presenciando grandes logros e hitos como el Acuerdo de París sobre el cambio climático ratificado el año pasado, más rápido que cualquier otro pacto de las Naciones Unidas en la historia, una poderosa confirmación de la importancia que las naciones del mundo atribuyen a la lucha contra el cambio climático.

Las empresas continuaron aumentando sus compromisos y logros en materia de energías renovables, emisiones de gases de efecto invernadero, cadenas de suministro sostenibles, administración del agua y del suelo, economía circular y otros aspectos que atribuimos ya a una empresa sostenible. La tecnología continuó su marcha inexorable, acelerando las soluciones de sostenibilidad en energía, edificios, transporte, alimentos… etc.

Pero…

los indicadores siguen siendo preocupantes. Las concentraciones atmosféricas globales de dióxido de carbono se sitúan en unos límites sin precedentes en comparación con los últimos 800.000 años, según la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, incluso después de explicar las fluctuaciones naturales.

Las temperaturas mundiales continúan aumentando y los 10 años más cálidos registrados en todo el mundo han ocurrido desde 1998 a 2016. Otros indicadores – sobre inundaciones costeras, muertes relacionadas con el calor, incendios forestales, hielo marino polar, biodiversidad y más – continúan yendo en la dirección equivocada.

El gasto consecuente para las empresas y las economías sigue aumentando, también. Según un informe publicado el año pasado por la OCDE, la contaminación atmosférica causará anualmente entre 6 millones y 9 millones de muertes prematuras y supondrá un 1 por ciento del PIB global para 2060. Además, más de 650 millones de personas viven sin acceso al agua potable, según el informe El Estado Mundial del Agua 2016. Las enfermedades gastrointestinales causadas por la mala calidad del agua y el saneamiento deficiente son la segunda causa de muerte en la infancia en el mundo.

En la mayoría de las regiones del mundo, se prevé que las consecuencias del cambio climático en el mercado sean neta-negativas, según otro informe de la OCDE. Los costes de estos impactos representarán en el mercado macroeconómico entre el 1,0 y el 3,3 por ciento del Producto Interno Bruto anual para 2060. Ese año puede sonarnos muy lejano, pero es aproximadamente el mismo intervalo de tiempo entre los tiempos de la transición y hoy.

Si además tenemos en cuenta las consecuencias económicas de la pérdida de capital natural, desde la polinización de cultivos y el control de plagas, hasta la biodiversidad y la protección contra las inundaciones, nos encontramos ante el hecho evidente de que las empresas dependen tanto directa como indirectamente de lo que ocurra en los próximos años.

El Acuerdo de París proporcionó la esperanza de que casi 200 naciones trabajaran en coordinación para mitigar muchos de esos impactos. Pero las últimas elecciones presidenciales estadounidenses -y, en menor medida, el voto del U.K. para salir de la Unión Europea- enturbiaron las aguas, retrasarán el progreso, quizás significativamente. Por supuesto, a las empresas y los mercados les desagrada la incertidumbre, y en los próximos años seguro que veremos cambios de dirección en el sector público y privado al enfrentarse dos fuerzas aparentemente imparables: el impulso político de un mundo cada vez más nacionalista y proteccionista y la ira de un clima cambiante en una civilización mal preparada para hacerle frente.

Tendencias, te guste o no

«Ya sea que el futuro nos depare una utopía al estilo Star Trek o una distopía parecida a Mad Max, eso lo decidirán las personas comunes.» (Vivek Wadhwa)

La innovación corporativa, impulsada por el ritmo desenfrenado de la tecnología, está permitiendo nuevos niveles radicales de eficiencia en materiales, energía, agua y otros recursos. El «Internet de las Cosas» , es decir, el mundo interconectado de decenas de miles de millones de objetos con los que podemos conversar, y tomar decisiones de optimización en tiempo real, significa permitir que edificios, vehículos, redes eléctricas, fábricas y muchas otras cosas hagan más con menos recursos. La energía limpia corporativa continúa su particular ascenso, con los precios cayendo y la eficiencia cada vez mayor. Las ciudades y regiones están acelerando su búsqueda para volverse más verdes y más resistentes, atrayendo a las empresas a trasladarse allí en medio de centros de tránsito y centros de cultura. Todo ello proporcionará un poderoso baluarte contra aquellos que buscan ralentizar o revertir el progreso hacia la sostenibilidad.

Las empresas a la vanguardia ya están adoptando estrategias «positivas para la red», donde los edificios, las fábricas y las cadenas de suministro crean impactos más beneficiosos que negativos, pero, ¿lo harán a la escala y velocidad necesarias para enfrentar los mayores retos del planeta? ¿Hasta qué punto las empresas proactivas contrarrestarán la lentitud de los gobiernos?

Las respuestas, las viviremos próximamente…


Fuente: https://www.greenbiz.com/article/state-green-business-2017

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